Mi madre quedó encerrada en un armario durante la ceremonia de la boda — nos quedamos en shock cuando descubrimos quién lo hizo y por qué.

Interesante

En el día de mi boda todo era perfecto… hasta que me di cuenta de que mi madre había desaparecido. Minutos después, irrumpió en la sala, despeinada y furiosa, señalando con un dedo tembloroso. Todos nos quedamos en shock al descubrir quién lo hizo y por qué.

Toda mi familia esperaba con ansias el día de mi boda con Fabián, mi tan esperado prometido. Pero especialmente feliz estaba mi madre, Adela. Siendo hija única, siempre fui muy cercana a mis padres, pero con mi madre compartía un vínculo especial. Había soñado con este día durante años…

Pasamos horas incontables planeando cada detalle. Elegir los vestidos fue como un desfile de moda, la degustación de la tarta se convirtió en una verdadera aventura dulce, y cuando seleccionamos la canción para el baile de padre e hija, ambos no pudimos contener las lágrimas.

—Ay, Bella —dijo mamá, secándose los ojos mientras yo me probaba el vestido de novia—. No puedo creer que mi niña se esté haciendo mayor y se vaya a casar.

La abracé con fuerza.
—Siempre seré tu niña, mamá.

El día de la boda, todo parecía sacado de un sueño. Estaba en el jardín trasero de la iglesia, con el corazón latiendo a mil, cuando papá me tomó de la mano.

—¿Estás lista, cariño? —me preguntó con una voz llena de amor.

Asentí, incapaz de pronunciar palabra. Las puertas se abrieron y comenzamos a caminar hacia el altar. Crucé la mirada con Fabián, cuya sonrisa brillaba más que el sol. Pero al llegar frente al altar, mi corazón se detuvo. Algo no estaba bien.

Miré alrededor, una sensación de pánico me oprimió el pecho. MI MADRE NO ESTABA ALLÍ.

—Papá —susurré—, ¿dónde está mamá?

Frunció el ceño y miró a su alrededor.
—No lo sé… Pensé que ya estaba aquí.

Me detuve, la música se desvaneció de golpe. Todas las miradas se posaron en mí.

—No podemos comenzar —dije con voz temblorosa—. Mamá ha desaparecido.

Fabián corrió hacia mí con expresión preocupada.
—Bella, ¿qué pasa?

Mi madre había sido encerrada en un armario durante la ceremonia… y nos quedamos helados al descubrir quién lo hizo y por qué.

—Mamá… —jadeé— ha desaparecido. Tenemos que encontrarla.

Me volví hacia mis hermanos, sentados en la primera fila.
—¿Podéis ir a buscarla? ¿Por favor?

Asintieron, se levantaron de un salto y salieron corriendo de la iglesia. Fabián apretó mi mano con fuerza.
—Tranquila, estará bien. Seguro está atrapada en algún sitio por accidente.

Pero mi preocupación crecía con cada minuto. No era propio de mamá. Jamás se perdería mi boda.

Los invitados comenzaron a murmurar entre ellos. Yo caminaba de un lado a otro, el vestido de novia susurrando con cada paso.

—¿Deberíamos llamar a la policía? —sugerí, retorciéndome las manos.

Fabián me rodeó con sus brazos.
—Démosles un poco más de tiempo a tu padre y hermanos. Estoy seguro de que la encontrarán.

Pero al pasar una hora, comencé a entrar en pánico. La iglesia estaba llena de murmullos y miradas inquietas.

—No puedo creer que esto esté pasando —le susurré a Fabián—. ¿Y si le ha pasado algo terrible?

Me atrajo hacia él con fuerza.
—No pienses así. La encontraremos, te lo prometo.

Estaba a punto de insistir en llamar a las autoridades cuando las puertas de la iglesia se abrieron. Mi madre entró corriendo, seguida de papá y mis hermanos. Tenía el cabello desordenado, el maquillaje corrido, y su vestido dorado arrugado.

—¡Mamá! —grité corriendo hacia ella—. ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas?

Pero antes de que pudiera responder, su mirada se clavó en alguien de la primera fila. Su rostro se torció de ira.

—¡TÚ! —gritó, señalando con un dedo tembloroso.

Mi madre había sido encerrada en un armario durante la ceremonia… y nos quedamos en shock al descubrir quién lo hizo y por qué.

Seguí su mirada y vi a mi futura suegra, Grace, encogiéndose en su asiento.

—Mamá, ¿qué está pasando? —pregunté con el corazón encogido.

Ella se volvió hacia mí, sus ojos ardían.
—¡Tu suegra me encerró en un armario! ¿Puedes creerlo? Solo porque llevé un vestido dorado elegante.

La iglesia estalló en exclamaciones de asombro y murmullos maliciosos. Me sentía como en una pesadilla.

—Esto es una locura —murmuré, mirando de mamá a Grace.

Grace se puso de pie de golpe, su rostro blanco como la cera.
—¡Eso es absurdo! ¡Yo jamás…!

—¡Cállate! —la interrumpió mamá, con los ojos en blanco—. Te oí decirle a tu hermana que tú debías ser la que vistiera de dorado. Siempre me has tenido envidia, pero es la primera vez que haces algo tan horrible.

Fabián dio un paso al frente, con la mandíbula apretada.
—Mamá, ¿es verdad? ¿Encerraste a la señora Jacobs en un armario?

Grace perdió la compostura. Se frotaba las manos, su voz temblaba.
—Yo solo… pensé… que quería opacarme.

El rostro de Fabián se tornó sombrío.
—Mamá, este es el día de Bella, no el tuyo. ¿Cómo pudiste hacer algo tan mezquino y cruel? Tienes que irte. Ahora mismo.

Mi madre había sido encerrada en un armario durante la ceremonia… y nos quedamos en shock al descubrir quién lo hizo y por qué.

—Pero… —balbuceó Grace— solo fue un pequeño error. No soportaba que toda la atención fuera para ella en ese vestido…

—¡Nada de «peros»! —espetó Fabián—. Ya arruinaste bastante. Vete.

El rostro de Grace se crispó de rabia.
—¡Muy bien! ¡Te arrepentirás de esto! —Agarró su bolso y salió, dejando tras de sí un silencio sepulcral.

Durante un largo minuto, nadie se movió.

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