Los compañeros de servicio se burlaban del pobre soldado, llamándolo débil e indefenso, y ofendían a su madre, pero no sabían quién era realmente su madre: cuando vieron a la mujer con el uniforme, quedaron simplemente en shock al darse cuenta de quién era.
En el ejército, todos lo conocían como un chico tranquilo y reservado. No discutía, no se quejaba, cumplía las órdenes y siempre se mantenía al margen. Esto llamó la atención de algunos compañeros de servicio, aquellos acostumbrados a imponerse a costa de los más débiles.

Al principio sus bromas parecían inofensivas, pero con el tiempo las burlas se convirtieron en verdaderas torturas: escondían sus pertenencias, vertían agua en su litera, se reían de él frente a todos. Lo peor era que los insultos afectaban a su familia, especialmente a su madre. “¡Seguro que tu madre es tan débil como tú!” —le dijo una vez un superior. Esas palabras se quedaron grabadas en su memoria para siempre.
Un día, sin poder soportarlo más, llamó a casa. La conversación comenzó como siempre, pero su madre sintió de inmediato que algo andaba mal. Su voz temblaba y se notaba el dolor en ella. Al escuchar la frase: “Mamá, se están burlando de mí…”, la mujer comprendió que ya no podía quedarse callada.

Cuando los compañeros de servicio vieron a la madre del pobre soldado y entendieron quién era, quedaron simplemente en shock.
Unos días después, llegó a la unidad una mujer estricta y segura de sí misma, con el uniforme de coronel de fuerzas especiales. Cuando los compañeros se dieron cuenta de quién era, un shock recorrió los barracones: era su madre.
Ella caminó por el patio, y sus pasos resonaban en el silencio. Al entrar en el barracón, vio a su hijo: golpeado, con moretones y con los ojos apagados. El silencio no duró mucho.

La mujer se volvió hacia los culpables y pronunció con voz fría y firme:
—Debéis proteger a la patria, no hacer daño a vuestros compañeros.
Después de eso, nadie se atrevió siquiera a mirar a su hijo con desprecio. Aquella noche, muchos entendieron que la verdadera fuerza no está en los gritos ni en los puños, sino en el valor de proteger a quienes amas.







