El guardabosques rescató a una niña que se estaba ahogando, tratando de sacarla del río, pero lo que ocurrió después lo dejó conmocionado.

Interesante

El guardabosques escuchó ruidos cerca del río y se apresuró hacia allí. Lo que vio no le dio tiempo a pensar.

En un día común, el guardabosques realizaba su trabajo en un bosque solitario. El día lentamente se acercaba a su fin.

La casa donde vivía el guardabosques se encontraba entre árboles centenarios, lejos de caminos y de ojos ajenos.

De repente se oyó un grito. Una voz femenina, llena de miedo: «¡Ayuda!» Al principio pensó que el sonido provenía del lugar donde usualmente se encontraban los animales. Pero al escuchar por segunda vez el grito de auxilio, comprendió que la voz venía del río.

Había vivido suficiente tiempo en el bosque como para conocer de memoria la ubicación de todos los árboles, incluso de sus ramas.

El ruido era real: el sonido provenía del río y se hacía cada vez más fuerte.

Sin pensarlo, saltó sobre un tronco caído de nogal y corrió hacia el río. En la orilla lo vio: una joven luchaba contra la fuerte corriente.

El torrente había transformado el río en una poderosa y furiosa fuerza de la naturaleza. Se lanzó al agua fría, vio a la chica que se estaba ahogando y la llevó hasta la orilla más cercana.

Al llegar a la orilla, comenzó a practicarle respiración artificial. La joven toció, expulsando el agua de su boca. Estaba viva.

Cuando el guardabosques levantó la vista para tomar aire, vio algo en la orilla que lo dejó en shock.

Se arrodilló junto a la joven, sintiendo cómo el viento helado calaba hasta los huesos. Pensó que el peligro había pasado, pero el bosque parecía cobrar vida a su alrededor.

Las sombras de los árboles se alargaban en formas extrañas, y entre ellas aparecían figuras oscuras e inusuales, que nunca antes habían estado allí.

La joven, temblando, levantó la cabeza y susurró: «Están aquí… nos están observando».

El guardabosques miró brevemente y vio que en la orilla opuesta había figuras que parecían humanas, pero sus movimientos eran demasiado bruscos y ajenos.

De repente sintió una presión repentina, como si el mismo río advirtiera: este lugar guarda sus secretos, y los extraños no permanecen mucho tiempo aquí. La joven apretó su mano, sus ojos brillaban de miedo e incomprensión.

Y entonces, desde lo profundo del bosque, se oyó una voz —baja, temblorosa, un susurro casi humano—: «No debieron venir aquí…»

El guardabosques entendió que salvar a la joven era solo el comienzo. Ante ellos se abría un mundo lleno de lo desconocido, donde cada paso podía ser el último.

Respiró hondo, preparándose para enfrentarse a lo que se escondía en las sombras, y dio un paso hacia las figuras oscuras, consciente de que ya era demasiado tarde para retroceder.

Al acercarse, notó a dos hombres que llevaban tiempo allí. Tras conocerlos, quedó claro que fueron ellos quienes empujaron a la mujer al agua y esperaban a que se ahogara.

Pero sus planes fracasaron: el guardabosques los expulsó del bosque. Luego se acercó a la mujer y continuó ayudándola.

La mujer ya estaba recuperada y agradeció al guardabosques por salvarle la vida, contándole toda la verdad.

A partir de ese momento, se convirtieron en amigos fieles de por vida. Ese día, que pudo haber sido el final, se transformó en el comienzo de una nueva historia y de una amistad duradera.

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