Me dejó por una mujer joven y se jactaba de su “nueva versión” — pero cuando ella se fue con su hijo, de repente ya no le hizo tanta gracia.

Interesante

Nunca pensé que llegaría el día en que Lucas me dejaría, pero en el momento en que lo hizo, supe que mi vida estaba a punto de cambiar.

No se trataba solo de un corazón roto; lo que más dolía era escuchar su voz arrogante cuando dijo que había encontrado a alguien mejor, alguien más joven.

Nunca esperé que Lucas fuera ese tipo de persona.

Estuvimos juntos cinco años y, aunque nuestra relación no era perfecta, siempre creí que nuestro vínculo era lo suficientemente fuerte para superar cualquier prueba.

Pero un día llegó del trabajo con una sonrisa engreída en el rostro.

“Creo que es hora de separarnos”, dijo con indiferencia, y sus palabras me golpearon como una bofetada.

Lo miré, sintiendo cómo mi corazón latía con furia.

“¿Qué? ¿De qué hablas?”

“He conocido a alguien. Alguien más joven. Alguien que me entiende”, pronunció sin siquiera mirarme..

“Es tiempo de renovarse.”

Esas palabras fueron un golpe directo al estómago.

No podía creerlo.

¿Cómo pudo tirar tan fácilmente todo lo que teníamos?

Pero eso fue justo lo que hizo: se fue, dejándome con sueños rotos y la amargura de la traición.

Luego comenzaron las fanfarronadas.

Semanas después de nuestra ruptura, Lucas no perdió oportunidad de mostrarme su “nueva felicidad”.

Publicaba fotos con su nueva novia, Zoe, en redes sociales — una mujer joven que parecía ser todo lo que yo no era: más despreocupada, más aventurera y, según él, más “divertida”.

Lucas hacía todo para que yo viera esas publicaciones, presumiendo su vida “perfecta”.

Tuve que dejar de seguirlo para preservar mi cordura.

Los constantes recordatorios de que él había seguido adelante y me había dejado atrás eran demasiado dolorosos.

Pero lo peor era escucharlo hablar de mí con nuestros amigos en común.

Decía cosas como: “Me alegro de haberme librado de esa carga. Es hora de seguir adelante.”

Sus palabras me hirieron en lo más profundo.

Le di todo — mi amor, mi tiempo, mi corazón — y él me descartó como un objeto inútil.

Para él, yo solo era un peldaño hacia algo “mejor”.

Una etapa de transición hacia un amor más joven, más “emocionante”.

El dulce regreso del karma

Pronto empezaron a llegar rumores.

Al principio solo eran susurros — nada concreto.

Pero una noche me encontré con una vieja amiga de la familia de Lucas, Lily.

Antes éramos cercanas, hasta que todo se derrumbó.

“He oído hablar de Lucas”, dijo con una sonrisa apenas perceptible.

“¿Sabes qué pasó con él y Zoe?”

Negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de curiosidad y ansiedad en el pecho.

“Zoe lo dejó”, dijo Lily sonriendo.

“Se fue con su hijo.”

Esas palabras me golpearon como un tren de carga.

“¿Su hijo?” — pregunté, sin poder creerlo.

“¡Sí! ¿Puedes creerlo?

Resulta que el hijo de Lucas de su primer matrimonio, Ryan, estaba saliendo con Zoe a escondidas.

Y ahora ella está con él.

Incluso hablan de una relación seria.”

Sentí que las comisuras de mis labios se curvaron en una sonrisa.

El karma finalmente llegó, y qué poderosa fue.

Quise llamar a Lucas de inmediato, pero me contuve.

En lugar de eso, decidí esperar.

Quería que él sintiera la misma humillación que yo había vivido.

No pasó mucho tiempo antes de que Lucas regresara arrastrándose.

Una semana después, mi teléfono vibró con un mensaje de un número desconocido.

Casi no lo abrí, pero algo me dijo que debía hacerlo.

Era Lucas.

“¿Podemos hablar?”

Miré el mensaje largo rato antes de atreverme a responder.

“¿Sobre qué?”

“He arruinado todo.

¿Podemos vernos?”

Pensé por un momento.

Ya me imaginaba su rostro desesperado, la culpa en sus ojos.

Tenía cosas que decirle, pero ese no era mi momento para cerrar la historia.

Era su momento de sentir el dolor que yo sentí.

“Creo que tú mismo sabes lo que hiciste.”

No respondí más ni me encontré con él.

Pero supe todo por Lily.

Lucas estaba destrozado.

Su orgullo había sido pisoteado de la manera más pública.

Fue un golpe brutal al ego de un hombre que creía poder desechar a las personas tan fácilmente como sus relaciones.

La mujer por la que me dejó ahora lo había dejado por su propio hijo.

A Lucas ya no le quedaban ganas de reír.

El fin de semana siguiente fui a una reunión en casa de un amigo común.

No planeaba ajustar cuentas, pero tenía el presentimiento de que Lucas estaría ahí.

Y claro, cuando entré en la sala, lo vi parado en un rincón, torpe como nunca.

En cuanto me vio, levantó la mirada y sonrió incómodo.

“Alina”, dijo con voz tensa.

“¿Podemos hablar?”

“No, Lucas”, respondí con firmeza.

“Ya he oído suficiente de ti.”

Su rostro se enrojeció y me di la vuelta, sintiendo cómo mi corazón se llenaba de fuerza.

No merecía ni mi tiempo ni mi atención.

Y cuando lo vi irse cabizbajo, supe que había hecho lo correcto.

El hombre que me dejó por una “jovencita” acababa de descubrir cómo se siente ser rechazado.

Solo que esta vez no tenía a quién acudir.

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