Faltan solo unos días para la boda, pero no quiero casarme con un hombre que actuó de manera tan cruel conmigo y con mis seres queridos.

Interesante

Falta solo una semana para nuestra boda, pero quiero cancelarlo todo. No quiero casarme con un hombre que actuó así conmigo y con mis padres. Cuando mis padres nos compraron un piso, nunca imaginaron que mi prometido reaccionaría de esa forma.

No sé cómo seguir viviendo con una persona así.
Aquí cuento nuestra historia 👇👇

Cuando mis padres ofrecieron ayudarnos a comprar un piso para mi prometido y para mí, me sentí feliz. Parecía el comienzo perfecto para nuestra vida juntos.
Pusieron una condición lógica: que los padres de mi prometido aportaran también una parte. Tenían medios para hacerlo —acababan de vender una propiedad heredada.

Pero su padre se negó rotundamente:
— Tenemos más hijos, no podemos ayudar a todos.

Mis padres no insistieron. Compraron el piso a su nombre, prometiendo donármelo después. Todo parecía ir bien…

Hasta que hablamos del reformarlo. Mi prometido dijo:
— Esa no es mi casa, ¿por qué debería invertir en ella?

Mis padres se hicieron cargo de todo. Mi padre y mis hermanos trabajaban cada noche, reparando, pintando, renovando. Mi madre eligió los azulejos, los colores.

Una vez terminado el piso, decidí que amueblarlo debía ser un esfuerzo compartido. Mis padres pagarían la cocina, mis hermanos regalarían el dormitorio.

Solo le pedí a él que se hiciera cargo del salón y el recibidor.

— Ganas buen dinero —le dije con calma—. Ese puede ser tu aporte a nuestro hogar.

Pero su respuesta me destrozó:
— ¿Y por qué debería yo amueblar tu piso? ¿Quieres que te dé todo mi sueldo también?

No lo reconocía. ¿Dónde quedó ese hombre amable y responsable con quien pasé tres años felices?

Mis padres estaban desconcertados. No entendían por qué él se mostraba tan dolido. Pero yo aún quería creer en él.

Poco a poco, las peleas se volvieron cotidianas.

Él empezó a exigir: que la propiedad estuviera a nombre de los dos, que lo empadronara allí.
Yo intenté explicarle: el piso era un regalo de mis padres, y ellos podían decidir qué hacer con él.

Pero él no lo aceptaba. Un día, le dije:
— Si piensas así, tal vez no deberíamos casarnos.

Y su respuesta fue como un puñal:
— Ni yo quiero hacerlo.

No hablamos durante una semana. Después, me pidió perdón:
— Lo siento, fueron solo emociones. Estaba mal.

Pensé que podríamos arreglarlo, pero las heridas seguían abiertas.
Él volvió con el mismo tema:
— Me ves como pobre, indigno… porque no quieres compartir el piso conmigo.

Intenté calmarlo, dialogar, pero por dentro solo sentía que esto ya no era amor, sino una lucha por un territorio.

Hoy me escribe, recordándome que la boda está cerca. Pero no siento alegría.
Sus palabras:
“¿Para qué quiero estar en esta familia si no tengo nada en ella?”
siguen resonando en mi mente.

¿Casarme con alguien así?
¿O aceptar que simplemente está mostrando quién es realmente?

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