La chica siempre repetía que no quería tener hijos, mientras que yo había soñado toda mi vida con una hija. Así que no cabía en mí de felicidad cuando supe que estaba embarazada. Al principio, ella solo quería deshacerse del bebé, pero logré convencerla, prometiéndole que cuidaría de ambos. Dentro de mí vivía la esperanza de que los nueve meses de espera lo cambiarían todo, que sentiría un vínculo con el bebé, pero eso no ocurrió. En cuanto nació nuestra hija, mi novia nos dejó y se fue a otra ciudad.
Estaba destrozado, pero mi hija necesitaba mi ayuda. Ya han pasado cuatro años desde entonces. Recientemente, mi exnovia apareció de nuevo en nuestra puerta. Cuando mi hija vio a su madre, dijo algo que hizo que mi mundo se derrumbara. Ahora no sé qué decirle ni cómo mirarla a los ojos.
Aquí te cuento cómo reaccionó mi hija ⬇️⬇️

Mi novia y yo decidimos comenzar una vida juntos. Yo tenía 25 años y ella 22. Ya me imaginaba nuestro futuro: una casa acogedora, cenas en familia, risas infantiles.
Ella, en cambio, solía decir que no estaba lista para ese tipo de cambios, que necesitaba más tiempo. Yo la amaba y trataba de ser paciente, esperando que algún día compartiera mis sueños.
Y entonces, cuando supimos que estaba embarazada, me sentí en las nubes. Pero su reacción fue muy diferente. Dijo que no quería tener un hijo y que pensaba abortar.
Quedé en shock e intenté convencerla, usando todos los argumentos posibles. Le hablaba de lo maravilloso que sería criar a nuestro bebé y de cómo esa decisión podría influir en su futuro.
Después de muchas conversaciones, pareció acceder a tener al bebé, pero con una condición: lo entregaría en cuanto naciera.
Dentro de mí seguía viva la esperanza de que los nueve meses cambiarían su perspectiva, que desarrollaría un lazo con el bebé, pero no fue así.

Cuando nació nuestra pequeña niña, yo estaba listo para ser todo para ella, mientras que su madre simplemente hizo las maletas y se fue con sus padres a otra ciudad, dejándonos solos.
Han pasado cuatro años desde entonces. Durante todo este tiempo he sido para mi hija tanto padre como madre. A veces mis padres me ayudaban. Mi hija y yo nos convertimos en un verdadero equipo. Cada una de sus risas y sonrisas me recordaba que estaba haciendo lo correcto.
Pero un día, la madre de mi hija apareció inesperadamente en la puerta de nuestra casa.
— Perdóname —dijo—. No debí haberlos abandonado.
Me quedé paralizado, sin poder responder de inmediato. ¿Cómo se puede perdonar a una mujer que no mostró ni el más mínimo interés por su hija durante todos estos años?
Mi pequeña princesa, como siempre, me abrazaba la pierna y miraba a esa desconocida.
— Papá, ¿quién es esa señora?

No sabía qué responder. ¿Mamá? ¿Una conocida? ¿Una extraña?
Perdonarla, y mucho menos aceptarla de nuevo, me resulta imposible.
Tal vez, con el tiempo, pueda dejar ir el rencor, pero la confianza y el respeto por esa persona ya no se pueden recuperar.