Me regalaron el regalo perfecto para mi cumpleaños… pero resulta que era justo el mismo regalo que yo había comprado para mi ex, ¡y ellos lo sabían!

Interesante

Cuando mis amigos me entregaron una caja bellamente envuelta por mi cumpleaños, sentí una emoción especial.

Este año había sido difícil, y esperaba con ansias la fiesta.

Pero en cuanto vi el regalo, mi corazón se paralizó, no de alegría, sino de shock.

Era un reloj.

No cualquier reloj.

Era ese mismo reloj.

El mismo modelo, el mismo color, la misma marca que yo había comprado para mi ex hace unos meses.

Sentí un nudo en el estómago.

Sonreí forzadamente y con cuidado abrí el paquete, esperando — rezando — que me equivocara.

Pero no, el peso en mis manos era demasiado familiar.

Mi mente buscaba frenéticamente una explicación.

¿Coincidencia?

Quizás, pero algo en sus miradas, en su impaciencia por mi reacción, me heló la piel.

— ¿Te gusta, verdad? — dijo Lisa, mi mejor amiga, dándome un codazo y sonriendo ampliamente.

Tragué saliva.

— Sí… es muy bonito.

— ¡Claro! — intervino Jake.

— Tú misma pasaste semanas eligiéndolo para Alex.

Ahí estaba.

La confirmación de lo que temía.

Mis amigos, personas en quienes confiaba, intencionadamente me dieron el mismo regalo que yo había comprado con tanto esfuerzo para mi ex, Alex.

Y les gustó hacerlo.

Sentí una mezcla de vergüenza, ira y traición.

Puse el reloj sobre la mesa y respiré profundo.

— Entonces… ¿ustedes pensaron que esto sería gracioso?

Lisa se encogió de hombros.

— Pensamos que era simbólico.

Estabas destrozada cuando Alex se fue, y siempre decías lo perfectos que eran esos relojes.

Y ahora tienes uno igual.

Apreté la mandíbula.

— ¿Te refieres a ese mismo reloj por el que yo misma ahorré durante semanas y que compré con mi propio dinero, y que él simplemente tiró como si no valiera nada?

— Exacto — asintió Jake.

— Ahora es tuyo.

Es como si recuperaras el control.

¿Control?

Eso era lo último que sentía.

Miré la mesa.

Todos se reían como si fuera una broma brillante, un círculo cerrado con elegancia.

Pero para mí era cruel.

Pasé meses eligiendo ese reloj para Alex, pensando que sería un símbolo de nuestra relación, de nuestro futuro.

Y cuando él me dejó de repente, tuve que ver cómo casi de inmediato empezó a salir con otra, como si esos años juntos no significaran nada.

Y ahora mis “amigos” lanzaban ese dolor directamente a mi cara, como si fuera una forma de liberación.

Me levanté.

— No los quiero.

La sonrisa de Lisa se quebró.

— ¿Qué?

— No los quiero — repetí.

— Todos pensaron que esto era gracioso, pero no lo es.

Es humillante.

No me hicieron un regalo bonito — solo me recordaron lo que perdí.

Jake frunció el ceño.

— Eso no es justo.

Solo queríamos ayudarte a seguir adelante.

— ¿Seguir adelante? — me reí amargamente.

— ¿Haciendo que reviva uno de los peores momentos de mi vida?

Eso no es seguir adelante, es echar sal a la herida.

El silencio llenó la mesa.

Agarré mi bolso, el corazón me latía con fuerza.

— Los verdaderos amigos no hacen esto.

No convierten tu dolor en un chiste.

Lisa tomó mi mano.

— Espera, no…

Pero ya me iba, dejando el reloj sobre la mesa.

Esa noche entendí algo importante.

Había estado demasiado tiempo con personas que veían mi corazón roto como un entretenimiento, que no tomaban en serio mis sentimientos.

Merezco algo mejor.

Y desde ese momento me prometí rodearme solo de quienes realmente me valoran.

Ese fue el verdadero regalo.

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