Empecé a salir con un hombre más joven que yo, pero él buscaba algo muy distinto
Hace poco cumplí 60 años, y la soledad empezó a sentirse con más fuerza. Hace tiempo que me separé de mi esposo, y mi único hijo se mudó al extranjero.
— ¡Pero búscate a alguien, al menos! — me insistía una amiga.

— ¿Y dónde se supone que lo encuentre? Además, los hombres de nuestra edad están agotados por la vida… No buscan una compañera, sino una enfermera.
— Entonces fíjate en los más jóvenes. ¡Tú estás estupenda!
Solo me reí, pero sus palabras me hicieron pensar. Y como si el destino me hubiera escuchado, pronto apareció él.
Un encuentro inesperado que lo cambió todo
Cada día, al pasear por el parque cerca de casa, veía a un hombre con un perro. Alto, atractivo, con un toque de canas en las sienes. Al principio solo intercambiábamos miradas, luego algunas palabras, y poco a poco… Iván se volvió parte de mi vida.
Tenía 45 años. Llevaba tiempo divorciado, con una hija adulta que vivía por su cuenta. Iván era atento: me traía flores, me invitaba a pasear, me hacía cumplidos. Volví a sentirme una mujer deseada. Notaba la sorpresa en los ojos de mis conocidos, e incluso cierta envidia en algunos.
Cuando me propuso mudarse conmigo, me alegré. Volvieron a tener sentido las cenas caseras, el cuidar a alguien querido. Le planchaba las camisas, cocinaba con cariño… Me sentía útil.
Pero pronto todo cambió.
Él quería otro tipo de relación
Una noche me dijo:
— Podrías sacar a pasear a mi perro. Te vendría bien moverte más.
— ¿Y si salimos juntos? — sugerí.
— Creo que no deberíamos dejarnos ver demasiado en público.
Me quedé helada. ¿Le daba vergüenza estar conmigo? ¿O simplemente me veía como una empleada doméstica conveniente?
Decidí hablar con claridad.
— Iván, en una relación las responsabilidades se comparten. Bien podrías lavar tu propia ropa.
Me miró sorprendido y luego sonrió con cierta burla.
— Tú fuiste la que quiso estar con un hombre más joven. Entonces deberías adaptarte a él. Si no, ¿para qué te quiero?
Guardé silencio por tres segundos.
— Tienes 30 minutos para hacer las maletas y marcharte.
— ¿Hablas en serio? ¡No tengo a dónde ir! Mi hija llevó a su novio a mi apartamento…
— Perfecto. Pueden vivir juntos.
Cerré la puerta tras él y no sentí ni dolor ni arrepentimiento. Solo una leve tristeza.
¿Es verdad que a mi edad el amor verdadero ya no es posible?