Cómo Dima encontró un nuevo hogar: una historia sobre pérdidas, amor y aceptación

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Dima no se sentía en casa en el orfanato, y cuando su tía, la hermana de su padre, dijo que lo llevaría a su casa, el niño se alegró.

No conocía muy bien a su tía: ella venía solo unas pocas veces cuando aún vivía con su padre en Jabarovsk, y siempre se quejaba de que su hermano se había ido demasiado lejos. Pero cada vez que venía, le traía regalos y pasaba tiempo con él: le leía libros, jugaba a juegos de mesa, le enseñaba a dibujar a Mickey Mouse, aunque a Dima nunca le salía bien. Y, a pesar de las visitas poco frecuentes, Dima sentía su cariño. Por eso se sorprendió cuando una trabajadora de la tutela le dijo que ninguno de sus familiares podría llevarlo. Durante seis meses en el orfanato, esperaba que su tía Zoya llegara para llevárselo. Y ella vino.

Dima no tenía mamá. Cuando era pequeño, su papá le decía que mamá se había ido lejos, muy lejos. Ahora, siendo mayor, Dima entendía lo que eso significaba: mamá había muerto. Al igual que su papá.

Su papá fue atropellado por un coche. Ocurrió cerca de la casa. Él fue a la tienda a comprar leche porque Dima había derramado la última, y para el desayuno solo le quedaban bolitas de chocolate con leche. Estaba oscuro y su papá no regresó. El coche simplemente iba demasiado rápido.

Dima lo esperaba, presionando sus mejillas mojadas contra la ventana fría, tratando de adivinar cuándo regresaría su papá. El tiempo pasaba, pero él no aparecía. Tal vez había una fila en la tienda, o la vendedora no encontraba el cambio, o quizá su papá se encontró con la vecina, tía Lyuba, con quien estuvo hablando demasiado tiempo.

Cuando sonó el timbre, Dima se alegró, pero no era ni mamá ni papá. Era tía Lyuba, con los ojos rojos y manchas de suciedad en las mejillas. Dijo que Dima pasaría la noche con ella. Cuando Dima preguntó por su papá, ella le respondió que se había ido urgentemente por trabajo, lo cual le pareció raro, ya que su papá era pianista y no podía trabajar de noche.

Más tarde, una mujer extraña de la tutela le informó que su papá había muerto. Dima no se enojó con tía Zoya, porque sabía que incluso las personas más cercanas pueden traicionar, pero el hecho de que ella viniera por él ya era algo bueno.

El viaje en tren no alegró a Dima. Se sentó junto a la ventana, mirando los paisajes que cambiaban rápidamente y pensaba que nunca volvería a ver su ciudad natal. Tía Zoya decía que odiaba esa ciudad y siempre supo que iba a destruir a su hermano.

En la estación, los recibió el esposo de tía Zoya, un hombre bajo y robusto llamado Vasili. Le extendió la mano y le ofreció que lo llamara tío Vasya. Esto fue agradable para Dima, pero enseguida sintió que su tío no estaba contento con su llegada. Tío Vasili trató de interesarlo en la pesca y el hockey, pero Dima no le gustaba el deporte y no quería matar seres vivos. En cambio, su tía lo entretenía con libros, y Dima escuchaba encantado sus relatos, ya que ella también amaba leer y hacer bromas.

Con su tía se sentía bien, a pesar de las rarezas de su marido. Ella pasaba tiempo con él, le enseñaba a cocinar, lo llevaba al mercado, y por la tarde cenaban juntos mientras tío Vasili regresaba del trabajo. Un día, en el mercado, una mujer conocida de tía Zoya, con cabello rojo, se acercó y le preguntó quién era ese niño.

—Este es mío, ¿quién más? —respondió tía Zoya, abrazando a Dima. Él sintió calor en el pecho, como el de una taza de té caliente con mermelada.

A Dima le gustó la escuela. Aprendió a leer rápidamente, y con Nastya, una niña de su clase, se convirtieron en amigos inseparables. A menudo leían juntos, aunque los compañeros los molestaban llamándolos prometido y prometida. Pero todo cambió en Año Nuevo, cuando Dima fue emparejado con Rita Ivanova para un baile. Esto ofendió a Nastya, y dejó de hablarle.

Mientras tanto, Dima ganó el respeto de sus compañeros cuando tío Vasili les contó cómo había salvado a dos soldados durante su servicio. Después de eso, los chicos empezaron a seguirlo, y su tío incluso los llevó a jugar al laser tag.

El tiempo pasó y Dima se fue acostumbrando a su nueva vida. Pensaba cada vez menos en su papá, aunque a veces sentía culpa por ello.

En verano, fueron al campo, y Dima escuchó cómo tío Vasili dijo que siempre había querido tener un hijo. Estas palabras calentaron el corazón de Dima, pero sintió vergüenza, como si estuviera ofendiendo la memoria de su papá.

En la pesca, se dio cuenta de que no le interesaba y rechazó el próximo día, aunque su tío trajo un cubo lleno de peces. Dima no entendía por qué lloraba, pero el pez, como símbolo de sus pérdidas, hizo que sus lágrimas salieran.

Los amigos y enemigos cambiaban, mientras Dima aprendía a ser él mismo en este nuevo mundo.

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