Jack y Mary estuvieron casados durante 23 años y criaron cuatro hijos. Mary se dedicó por completo al hogar y la familia. Sus días pasaban en una interminable rutina: limpiar, cocinar, lavar, ayudar a los niños con la tarea, cuidar al más pequeño.

¿Y Jack? Llegaba del trabajo, se dejaba caer en el sofá y miraba la televisión hasta que le servían la cena.
A pesar del cansancio, Mary soñaba con una sola cosa: pasar una noche a solas con su esposo, como en los viejos tiempos. Una cena romántica, una conversación tranquila, algo que devolviera su cercanía.
Corazón roto
Un día, después de terminar la limpieza, Mary echó un vistazo al espejo. En el reflejo no vio a aquella joven llena de vida que solía ser. Fue recibida por la mirada cansada y agotada de una mujer que se sentía olvidada.
Esa noche, cuando Jack regresó del trabajo, Mary reunió el valor para hablar.
— Jack, he estado pensando… ¿Qué tal si salimos a algún lado? Han abierto un nuevo restaurante en la ciudad. ¿Pasamos la noche juntos?

Sonrió, esperando una respuesta cálida.
Pero Jack solo sonrió fríamente.
— ¿Te has visto en el espejo? — escupió él. — Te ves horrible. No voy a ningún lado contigo.
Mary sintió cómo su corazón se encogía.
— He estado limpiando todo el día… por eso me veo así…
Pero Jack ni siquiera se detuvo.
— Incluso cuando lloras, te ves mal. ¿Quieres saber la verdad? Me da vergüenza que estés conmigo. No puedo salir contigo en público.
Con esas palabras, cerró la puerta detrás de él.

Conciencia
Esa misma noche, Jack fue a casa de su amigo Samuel y le propuso salir a beber.
— Lo siento, amigo — respondió Samuel —. Tengo una cita con mi esposa. La llevo al nuevo restaurante.
Jack se sorprendió.
En ese momento, apareció la esposa de Samuel en la escalera. Se veía fantástica: hermosa, feliz, con un ramo de flores en las manos.
Jack solo sacudió la cabeza:
— Vaya, Sam… Tu esposa brilla. Están tan enamorados… La mía siempre está seria, casi nunca sonríe.
Samuel lo miró seriamente:

— Sabes, Jack, trato de hacerla feliz cada día. Ella es la luz en nuestro hogar. Merece amor y cuidado.
Estas palabras golpearon a Jack como un rayo.
De repente entendió: eso es lo que Mary había estado tratando de decirle todo el tiempo.
— Gracias, Sam… Me voy a casa.
Una segunda oportunidad para el amor
Cuando Jack regresó, trajo un pequeño regalo para Mary.
— Perdóname por lo que dije. Estuve equivocado. ¿Vamos al restaurante mañana por la noche? Ya reservé una mesa.
Mary lo miró sorprendida. Y luego… sonrió.
Esa sonrisa, la que alguna vez conquistó su corazón.
A la noche siguiente, Jack observaba con admiración cómo Mary se transformaba. Se veía impresionante. Y entonces entendió…

La mujer más hermosa siempre estuvo a su lado.
Desde ese día, Jack y Mary se prometieron cuidar su amor y protegerse mutuamente.
Y este cambio no solo les trajo felicidad a ellos, sino a toda la familia.