Muchos, al leer esta famosa novela, se dejan llevar ciegamente, conociendo su trama y luego revisando todo tipo de adaptaciones cinematográficas. La mayoría crea la ilusión de una romanticidad ideal y de una correspondencia de sentimientos entre los dos enamorados de diferentes clases sociales.
Pero, en realidad, estas relaciones son bastante repulsivas. La joven, ingenua, se deja llevar por el hombre dominante, aunque en la superficie está su «desdichada» suerte y el matrimonio forzado con alguien igual que él, aunque ella sufra de locura.
A Edward lo presentan como una víctima de la violencia de su padre y su hermano, quienes lo habrían obligado a casarse con una mujer que no amaba. Pero el héroe estaba perfectamente cuerdo y podría haber dicho un rotundo no a esas pretensiones sobre su libertad personal.
Es extraño leer también las escenas en las que Rochester corteja a Jane, especialmente aquellas en las que, según la intención del autor, ella comprendía mejor los pellizcos y tirones que las palabras normales de declaración de amor.
El clímax de la trama es la decisión de Rochester de casarse con Jane y su «olvido». El novio «olvidó» que en el ático ocultaba a su esposa loca, a quien no sentía ni un ápice de simpatía.
No menos sorprendentes son las conversaciones del hombre con Jane, en las que comparte sus aventuras amorosas en sus viajes, mientras su esposa legítima estaba aislada en el ático de la casa. Y Jane lo considera normal, se siente especial porque el «señor» la eligió para hablar con ella.
Como conclusión de todo lo que sucedió en la novela, se puede deducir que Rochester engañó no solo a sus mujeres, sino a todos los lectores, que se sienten fascinados por una trama que resultó ser una trampa común para los ingenuos.
