Mi esposo dijo que quería divorciarse. Me dolió, pero acepté y decidí vengarme. En el registro civil, delante de todos, leí una carta que escribí después de nuestra separación. Los presentes estallaron en carcajadas, mientras que mi exmarido se puso rojo de vergüenza.
Aquí les cuento qué escribí en la carta 👇👇

Cuando mi matrimonio con el hombre que amaba llegó a su fin, escribí una carta llena de gratitud por todo lo que habíamos vivido juntos.
Así fue como lo expresé:
«Mi querido, hemos pasado por mucho en estos 15 años. En la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, siempre estuve a tu lado, tratando de apoyarte. Y aunque nuestra historia haya terminado, quiero recordar solo lo bueno.
Me enseñaste paciencia y determinación. En lugar de quejarme de las dificultades, aprendí a afrontarlas sin estrés innecesario. Siempre intenté solucionar los problemas sola para no agobiarte con preocupaciones adicionales.
Fuiste mi primer maestro en medicina. No olvido cómo le tenías pavor a las inyecciones y cómo tuve que convertirme no solo en tu esposa, sino también en tu enfermera. Aquel día en que te desmayaste al ver una aguja, supe que debía tomar el control.

También me convertí en experta en reparaciones del hogar. Aprendí a arreglar cosas pequeñas sin miedo. Llegabas cansado a casa y olvidabas todos esos detalles, pero yo, con herramientas en mano, me encargaba de todo.
El destornillador y el martillo se volvieron mis mejores aliados, y me di cuenta de que podía enfrentar cualquier situación, incluso si me quedaba sola.
Me enseñaste a ser una mujer segura y decidida. Aprendí a lidiar con los vecinos problemáticos, a pagar multas y a redactar cartas de explicación.
Por cierto, ¿recuerdas cuando tuve que aprender a conducir? Te retiraron la licencia y tuve que hacerlo en cuestión de días para poder recogerte de esas fiestas de las que solías volver… en no muy buen estado.
Estoy agradecida porque, gracias a ti, siempre estuve en movimiento. Claro, tú preferías estar en el sofá, pero yo cargaba bolsas pesadas del supermercado y cavaba el huerto, ya que te negabas a ayudar porque «te dolía un dedo».

Me hiciste experta en muchos trabajos. Cuando necesitábamos dinero, aprendí a desempeñar distintos oficios para mantener a la familia.
Y, por último, quiero darte las gracias por haberte ido. Pensabas que no te comprendía y te fuiste dando un portazo. Pero, sinceramente, cuando cerraste la puerta, yo sentí alivio. Fue el momento en que finalmente pude respirar en paz.
Gracias por todo. Estoy agradecida por la experiencia que me diste y por todo lo que aprendí a tu lado.»