Él lo planeó todo para que su esposa terminara tras las rejas, pero ella resultó ser mucho más astuta que sus trampas.

Interesante

Margot lo miró fijamente: había llegado el día en que finalmente podría saldar cuentas con su esposo. Su mirada ardía de furia, ya que había esperado este momento durante dos largos años.

Cuando la puerta chirrió suavemente y su corazón casi se le salió del pecho por la emoción, vio sobre la cama sus pertenencias cuidadosamente dobladas y una bolsa destinada a los últimos preparativos.

Una mujer con uniforme entró en la habitación:

— ¡Hora de salir, Margo!

Sin perder un segundo, Margot recogió sus cosas y salió apresurada de su celda.

— ¿Tan ansiosa estás por ver a tu amante? — se burló la guardia, caminando detrás de ella.

Margot no respondió, simplemente avanzó con la cabeza en alto. Ya no le importaban los chismes a sus espaldas. Había soportado suficientes pruebas en la vida y ahora estaba lista para vengarse de quienes la traicionaron.

En su mente pasaban los recuerdos de tres años atrás. En aquel entonces, ella y Grisha eran una pareja exitosa, y su matrimonio, lleno de triunfos, pronto empezó a agrietarse. El amor, que alguna vez fue puro y sincero, se convirtió en rutina y costumbre. Margot confiaba en su esposo y firmaba todos los documentos que él le presentaba sin leerlos. Pero esto fue su ruina: un día, la acusaron de fraude y evasión de capitales. Engañada por su propio esposo, quien falsificó documentos, terminó en prisión. El juicio, aparentemente comprado, le impuso una condena de cinco años.

En la cárcel, Margot cambió por completo. De ser una mujer frágil y vulnerable, se convirtió en una persona fuerte, capaz de defenderse. Por su buen comportamiento, obtuvo la libertad anticipada y ahora solo tenía un objetivo: Grisha debía pagar por lo que le había hecho.

Ese día, cuando le devolvieron sus pertenencias, la guardia le dio una palmada en el hombro:

— Suerte, guapa.

Pero cuando Margot cruzó los portones de la prisión y sintió la libertad, el miedo la envolvió de nuevo. Durante dos años había planeado su venganza, pero ahora no estaba segura de poder llevarla a cabo. Se quedó inmóvil unos minutos, hasta que vio una figura familiar acercándose.

Al verlo, su cuerpo se relajó. Era Artyom, su amigo, quien la apoyó siempre, la visitó en prisión y nunca dudó de su inocencia, sabiendo que Grisha no era un santo. Desde hacía tiempo sentía algo por Margot, aunque lo había ocultado, hasta que un año después de sus visitas, le confesó su amor. Sus sentimientos se volvieron mutuos: ella encontró en él apoyo, y él en ella, consuelo y esperanza.

— Margot, no puedo creer que este día haya llegado — susurró él, abrazándola con fuerza.

— Temía que no me encontraras — respondió ella, riendo nerviosa, mientras se aferraba a él.

Gracias a Artyom, Margot descubrió muchos secretos en prisión. Él, siendo cercano a Grisha, le reveló que todo había sido obra de la amante de su esposo, quien quería quedarse con parte del negocio. Juntos, planearon su ruina, y cuando Margot lo supo, juró vengarse. Artyom, pese a todo, siempre estuvo a su lado.

Después del juicio, Grisha se divorció de Margot sin el menor remordimiento. Entonces, Artyom y Margot decidieron empezar una nueva vida juntos, aunque el pasado aún la perseguía. Cuando finalmente salió de prisión, las palabras de Artyom fueron su sostén:

— Vámonos de aquí. Quiero dejar todo esto atrás.

Margot frunció el ceño, pero Artyom rió:

— ¡Tú hueles mejor que cualquier mujer en este mundo!

Él le dio un suave beso en la frente y soltó su mano, dándole espacio. Margot sonrió: ahora su destino estaba en sus manos.

Se subieron al coche y se dirigieron a la casa de Artyom. Margot soñaba con una ducha caliente y una taza de café. Más tarde, envuelta en un albornoz, disfrutaba del primer sorbo de café en un sillón acogedor. Pero entonces, con determinación, dejó la taza en la mesa y dijo:

— Ahora muéstrame los documentos. Quiero asegurarme de que todo salió como planeamos.

Sus manos temblaban de impaciencia. Artyom la miraba con admiración: para él, Margot era un ideal. Sacó con cuidado algunos papeles de una caja fuerte y se los entregó. Margot los tomó con una sonrisa, entendiendo que era el fin de Grisha.

Sus manos temblaban de emoción mientras susurraba:

— Cuéntamelo todo. En la cárcel no pude conocer los detalles y ahora quiero escucharlo todo.

Artyom, tomándola de la mano, comenzó a relatar cómo su hermana, quien trabajaba en la empresa de Grisha, confirmó sus sospechas. Resultó que Grisha, cegado por su amante, firmaba documentos sin leerlos, confiado en que todo estaba bajo control.

Margot disfrutaba cada palabra, sintiendo cómo el pasado se desvanecía, dando paso a su nueva vida. Meses después, se casó con Artyom. Ahora, era la dueña legítima de la empresa, habiendo arrebatado a su exmarido su participación y su mansión. Incluso el costoso automóvil pasó a ser suyo. Grisha desapareció de su vida, como si nunca hubiera existido: el tribunal confirmó que él había cedido voluntariamente todos sus bienes y negocios en su favor.

En ese momento, Margot saboreó su victoria. Reía, celebrando su nueva vida con Artyom, quien la ayudó a recuperar su dignidad y fuerza. Ahora sabía que la justicia siempre llega y que su vida dependía solo de ella.

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